El ferrocarril le dio vida a la Argentina, como
las venas y las arterias que permiten que la sangre circule. Mucho
más que un medio de transporte, definió un estilo
de vida, que puede observarse, por contraposición, en la
gran cantidad de pequeños poblados que han muerto o están
agonizando desde la hora en que dejó de pasar el tren.
No sólo sirvió para transportar mercaderías
y personas, sino que, gracias al tren, se formaron matrimonios
y se criaron hijos, se afianzaron almacenes de ramos generales
y otros comercios, se armaron clubes, se crearon grandes talleres
como Pérez, Tafí Viejo, Laguna Paiva, Junín
y Mechita.
Es que para los argentinos el tren siempre fue sinónimo
de trabajo, de unión y de vida. Y su ausencia no sólo
nos dejó solos e incomunicados, sino también un
poco tristes. A 150 años de su nacimiento, tal vez llegó
el tiempo de su resurrección.-