Hacemos un viaje al pasado leyendo estas
líneas... el casco de la Estancia
Santo Domingo fue pieza clave de procesos
históricos para la zona y para el
nacimiento del pueblo...acompañamos
el documento con fotografías actuales
del lugar, conocido por pocos pero lleno
de historias...
Muy cerca
de la ciudad de Santa Fe, ya sea en sus
alrededores o en campos distantes a pocas
leguas, existían a fines del siglo
pasado y comienzos del presente, una serie
de quintas, casas de verano o estancias,
en las cuales, las familias santafesinas,
pasaban sus temporadas estivales. Baste
recordar a la estanzuela de los Echagüe,
la quinta Iriondo, la estancia de los Candioti,
El Timbó de Lehmann, La Noria de
Severo Gómez, La María de
los Mántaras, la quinta Freyre, El
Tránsito de los Comas; la estancia
en San Pedro, de los Crespo; la de los Furno
(en Candioti), y así, otras que en
estos momentos no recordamos.
En todas ellas, se congregaban, generalmente
en el verano, las familias santafesinas,
estando gran parte de estos establecimientos
de campo, vinculados con nuestro pasado
histórico; ya sea por haber sido
bastión en la lucha contra los
indios, haber participado sus dueños
en las luchas civiles o estar relacionados
con la gesta inmigratoria.
En una de estas estancias -según
una tradición oral- sabían
realizarse, festejando acontecimientos
familiares, animadas tertulias que congregaban
a los vecinos de nuestra ciudad; teniendo
lugar también no pocas reuniones
políticas, en las vísperas
comiciales o bajo el signo un tanto misterioso
de la conspiración.
La estancia de referencia pertenecía
en el pasado siglo a don Domingo
Cullen, hijo del ministro del
Brigadier López
y mártir de la Posta de Vergara.
Queda sin dilucidar, si estos campos,
cercanos a Paiva, los recibió Domingo
Cullen (h) como herencia de su señor
padre o si los adquirió a fines
del siglo pasado. Lo cierto es que, a
su muerte, estas propiedades pasaron a
manos de sus hijos. El casco de la estancia
a la cual referimos fue adjudicado a Esther
Cullen de Aguirre, hija de Domingo,
quien la conservó hasta
hace aproximadamente unos sesenta años.
La estancia, ubicada
en medio de una amplia arboleda, tiene todo
el encanto de las casonas del siglo pasado,
con una evidente línea hispano-criolla
que le otorga un indiscutible señorío
acorde con la elementalidad de su ingenua
arquitectura.
Esta estancia pertenece en la actualidad
al señor Juan Carlos Colombetti.
Don Domingo Cullen -posiblemente dueño
de la estancia en el siglo pasado- era
oriundo de las islas Canarias. Cuando
llega a América, luego de vivir
durante algún tiempo en Montevideo,
se asienta definitivamente en Santa Fe,
donde contrae matrimonio con doña
María Joaquina Rodríguez
del Fresno (el 26 de octubre de 1828),
hija del protomédico don Manuel
Rodríguez. Don Domingo se casó
por poder, siendo representado en la ceremonia
por el Gral. D. Pascual Echagüe.
Fueron padrinos: Vicente y Anastacio Echeverría
y doña Dolores Rodriguez del Fresno.
De esta unión nacen: José
María gobernador de Santa Fe en
1856; casado con Angela Nicolorich; Guillermo,
casado con Tomasa de Iriondo; Patricio,
gobernador de la provincia en 1861 y mártir
de Cachos, que contrae nupcias con Eleonora
Iturraspe; Joaquina, que lo hace con Nicasio
Oroño (gobernador en 1856); Jerónima,
que se une matrimonialmente con don Juan
María Gutierrez, el constituyente
de 1853; Tomás, casado con doña
Josefa Correa, Domingo, nuestro personaje,
que contrae matrimonio con su prima doña
Francisca Crespo.
De esta última unión nacen
16 habiendo fallecido varios cuando era
niños. Entre los hijos varones
recordamos a Eduardo, Manuel, Domingo
y Reynaldo, entre las mujeres, que eran
seis a Laura Cullen de Echagüe, a
Francisca Cullen de la Torre, a Dolores
Cullen de Passeggi, a Jeroma y Amalia,
que mueren solteras, y a Esther Cullen
que casa con el Dr. Luis Aguirre, destacado
galeno, de larga actuación en nuestro
medio.
Decíamos que estos campos
están vinculados con la historia
misma de nuestra provincia ya que sus orígenes
entroncan con la época de la colonia.
Al tiempo de la fundación -según
la tradición y la cita que se hace
en diversos documentos- estas tierras estaban
ocupadas por un cacique de nombre Vilipulo,
Viliplo o Guilipo, cuyas famosas «taperas»
estaban asentadas en la costa misma de una
gran
laguna (llamada más tarde de
Paiva), si bien en los primeros tiempos
fue llamada Laguna del Cacique Vilipulo.
Ocupaban estas tribus indígenas toda
una larga zona, comprendida entre la laguna
que mencionamos, y el Rincón de Añapiré,
aproximadamente. Corre también por
estas tierras un curso de agua, conocido
también como «arroyo Guilipo».
Posteriormente, en parte de este asentamiento,
don Juan de Garay establece
una estancia que, a su muerte, asume en
propiedad su viuda, doña Isabel
de Becerra.
Sobre la estancia de Garay, Zapata Gollán
dice también que el fundador de
Santa Fe tenía una estancia «en
el Vilipulu». El hijo de aquél
-el General Juan de Garay-, manifiesta
que a la muerte de su madre, doña
Isabel de Becerra y Mendoza, entró
en el manejo de sus bienes, su hermano
el Gral. Cristóbal Garay, y que
a su muerte se hizo cargo él de
la administración del causante,
«encontrándose con un plantel
de 200 vacas en la estancia de Vilipulo,
de donde, en vida de su hermano Cristóbal
sacaba vacas su cuñado Hernandarias
de Saavedra... que luego las pasaba a
la otra banda del Paraná, donde
anualmente asistían a las hierras...».
También,
años después se citan estas
tierras del conocido cacique. El Gral. Juan
de Garay, hijo del fundador dona en 1627
la estancia de referencia a la Orden de
los Dominicos «que iba por la punta
del monte que llaman de Juan de Taborda
hasta las taperas del Vilipulu o de Guilipulu».
Esta estancia de Garay fue comprada
posteriormente por Melchor Echagüe
y Andía, quien, luego de medio siglo,
la vendió a Francisco Antonio Candioti,
el renombrado Príncipe de los Gauchos.
Lindando con la estancia del fundador,
se instala allí don Jerónimo
de Payba, en la zona que rodea
a la laguna que luego llevará su
nombre. Sin entrar en la historia de esta
localidad, señalemos que a fines
del siglo pasado se tienden las líneas
ferroviarias que cruzan la zona, instalándose
luego un oratorio y la llamada Estación
Laguna Paiva, del Ferrocarril
Central Norte, departamento La Capital,
Distrito Ascochingas (en 1908).
Ahora bien: del reparto de bienes, en
el sucesorio de don Domingo Cullen, su
hijo Reynaldo, recibió
una extensa fracción de terreno,
en lo que fuera la vieja estancia de Jerónimo
Payba, citado en algunos documentos como
Jacobé Payba. Y así
es, como en 1911 solicita permiso al gobierno
de la provincia para fundar
un pueblo «inmediato
a la Estación, en terrenos -dice-
de mi propiedad». En 1913 pide se
apruebe el trazado del pueblo, lo que
se le concede el 5 de junio de 1913, (Agrimensor,
Pedro Virasoro). Nace de esta
manera el pueblo Reynaldo
Cullen, que posteriormente se llamará
Laguna Paiva.
Haciendo
un resumen: nadie puede negar la importancia
que tienen estos lugares. Ya señalamos
que sobre las tierras de Vilipulo, don Juan
de Garay estableció su estancia.
«Indiscutiblemente -se ha
afirmado- fue ésta la primera estancia
en la región litoral y pampeana,
que es lo mismo que decir la primera estancia
argentina». Todas las demás,
que se establecieron -repartidas por Garay-
fueron posteriores.
De esto surge que la estancia
de Domingo Cullen se levantó en
las mismas tierras donde un día
ejerció su dominio el cacique Vilipulo,
y que, después de la fundación
de Santa Fe, fue poseída por Garay
para instalar su estancia. La serie de
ventas, permutas o donaciones, realizadas
en los siglos posteriores han hecho aún
más difícil el deslinde
de todas las estancias que fue-ron poblando
la primitiva propiedad de Garay, cuya
extensión exacta se ignora, conociéndose
solamente algunos límites geográficos.
Transitando por la elegante estancia
de Cullen, levantada a pocos kilómetros
de Paiva, se nos hace difícil pensar
que por los mismos caminos que recorremos
con nuestro automóvil, hayan pasado
tantos hombres vinculados con nuestra
historia, como Garay, Hernandarias,
Echagüe y Andía o Francisco
Antonio Candioti; y que en los campos
vecinos, hayan tenido lugar combates tan
importantes como el de Arroyo Aguiar (donde
fue derrotado Balcarce); el de Ascochingas
(donde el Coronel Oroño fue derrotado
por fuerzas de Oribe); y que muy cerca,
también, en el Fortín de
Añapiré se sublevó
Estanislao López para luchar contra
los Porteños, en 1816.
Por eso, sobre el ladrido de los perros,
el grito de algún chajá
o el relincho de un pingo, nos parece
escuchar, como brotando de la tierra,
el sordo ruido del tropel en marcha hacia
el entrevero.
Y también nos parece que, con el
trepidar de nuestro motor violaremos el
sueño del viejo cacique, que desde
lo hondo de la tierra, descansa con sus
dioses, después de su larga jornada
por estos pagos de Calchines y Mocoretáes.
Fuente: http://www.patrimoniosf.gov.ar Fotografías: Leandro
J. Hilari